Málaga alcanzó en la primera mitad del siglo XIX un segundo lugar, después de Cataluña, en el desarrollo industrial del conjunto de España. La industrialización malagueña se basó en la agricultura y en el comercio, y careció de una amplia base social burguesa. Casi todas las factorias estaban en manos de las conocidas familias de Heredia, Loring y Larios.
  Aunque el despegue industrial comienza en los años treinta, el verdadero origen se sitúa concretamente en 1826, fecha en la que un grupo de hombres de negocios crearon dos sociedades para fundir el mineral de hierro de un yacimiento próximo a Marbella. Dichas sociedades, denominadas La Concepción y El Ángel, establecieron dos ferrerías en un paraje situado en la margen derecha del rio Verde, cerca de su desembocadura, en principio para satisfacer la demanda de hierro de la industria tonelera para el envasado de los productos agrícolas destinados a la exportación.
La zona de la desembocadura del Guadalmedina y las playas de San Andrés eran los sectores de mayor densidad industrial (1900) (Imagen perteneciente a la "Colección Fernández Rivero")
 
Los primeros años de vida de estas fundiciones se caracterizaron por las dificultades para obtener hierro de calidad a precio rentable. Muchos socios, desanimados, abandonaron las empresas. Uno de ellos fue más perseverante. Manuel Agustín Heredia se dedicó al comercio, y en 1823 era el comerciante más poderoso de la ciudad, pero poco después se inició en la industria. Para resolver los problemas planteados, Heredia acudió a un experto militar en fundiciones, que
 
    
Fachada principal de la Industria Malagueña. A la izquierda podemos ver la escultura de Heredia, que actualmente preside la avenida que lleva su nombre. La imagen de la derecha es un detalle de la misma puerta.
 
sustituyó los bajos hornos iniciales (que producían directamente el hierro forjado), por hornos altos (productores de hierro colado) y hornos "pudler" (para el afinado posterior de la primera fundición). De esta forma se obtuvieron resultados satisfactorios. En 1831 La Concepción inició su actividad productiva.

Poco después, nació La Constancia, un nuevo emplazamiento siderúrgico situado en la playa de San Andrés, destinado a instalaciones de afinado. Se puede asegurar que las fábricas de Heredia en 1841 daban empleo a 2.500 personas y que La Constancia llegó a tener cinco altos hornos, veintidós pudler, dieciocho calderas y veintidós máquinas de vapor.

En 1846, las familias Heredia y Larios fundaron Industria Malagueña S.A., empresa destinada a la fabricación de hilados y tejidos de algodón, lino y cáñamo. La fábrica estaba situada en el camino de Churriana, cerca de La Constancia, y sus instalaciones comprendían talleres, oficinas, almacenes, locales de reparación y viviendas para los empleados en sus proximidades. Disponía de husos de selfactina y telares mecánicos, y utilizaba el vapor y la iluminación con gas. A comienzo de los años sesenta trabajaban en ella 1.500 personas, la mayoría mujeres. Era el segundo establecimiento de su clase en España.

       Imagen del exterior de los altos hornos
  Pertenece a la "Colección Fernández Rivero"

El éxito de la primera fábrica algodonera provocó que diez años después se iniciara la construcción de una segunda, La Aurora, propiedad de Carlos Larios. Estaba situada entre amplios jardines poblados de plantas exóticas, para cuya conservación existía un gran invernadero y una estufa. La crisis agraria y la competencia catalana afectaron gravemente al sector textil malagueño hasta tal punto que la fábrica La Aurora desaparecería en 1905.

 
 
 
La principal zona industrial de la ciudad se situaba en el margen oeste del rio Guadalmedina, en las playas de San Andrés. En este lugar se instalaron, junto a las ya citadas, otras muchas como la Fábrica de Gas, la Industria Lapeira Metalgraf (de estampaciones en hoja de lata en Calle Ayala), la industria de vehículos Taillefer, de harinas Castel, la Fábrica de Tabacos, de curtidos, sombrerería, pinturas, vinos, licores, alimenticias en general, y la estación de ferrocarril. También, en estos terrenos se construyeron viviendas para los trabajadores de las fábricas. Estos barrios obreros, como El Bulto, La Pelusa, el nuevo Perchel, Huelin o San Andrés, se caracterizaban por la ausencia de zonas verdes, la escasa higiene, el deficiente equipamiento y el elevado índice de población.
 
Dos imágenes de la cadena de montaje de la fábrica Tailleffer, en la Calle Ayala
 
La siderurgia malagueña mantuvo su impulso hasta mediados de los años sesenta, pero los problemas que acabarían con ella venían de atrás. Su gran obstáculo fue la energía. La imposibilidad de surtirse de combustible barato impidió sostener la competencia con los altos hornos del cantábrico. El carbón, llegaba demasiado caro al puerto de Málaga, ya fuera asturiano o inglés. La gran esperanza para los ferreteros malagueños fue el carbón cordobés del valle del Guadiaro. Como última opción, esperaron a la terminación de la línea ferroviaria que uniría la fábricas malagueñas con las minas de Bélmez. Desgraciadamente, la tardanza llevó al cierre a las empresas malagueñas. Además, el transporte del carbón resultó más caro de los previsto, con lo cual los precios de fabricación seguían siendo muy altos.
 
Imagen de la Industria Malagueña
Fabrica de harinas Castel
Interior de la Metalgraf Española
   
 
En 1884 cerró la fundición de rio Verde. En 1890-01 lo hizo La Constancia de Málaga. El último encendido de los altos hornos malagueños se produjo en los años de la guerra mundial. La gran demanda generada por las necesidades del conflicto bélico hizo posible que unas plantas desfasadas funcionaran una vez más, pero terminada la contienda los altos hornos se apagaron de nuevo, esta vez para siempre.
 
Con la crisis, hubo un importante interés de los empresarios malagueños por la inversión azucarera en el cultivo de caña de azúcar, interés debido no tanto al declive siderúrgico y textil, sino a la aparición de una circunstancias objetivas favorables a esta industria. Pero, de nuevo, la dura competencia de la remolacha, de la vega granadina y la fuerte caída del precio del azúcar dieron al traste con este sector industrial.
 
Mientras tiene lugar la crisis siderúrgica en los años centrales del siglo XIX, la mayoría de los sectores industriales mostraban buena salud, sobre todo el sector agrario, gracias a la creciente demanda de vino y pasas desde el siglo XVIII y a su fácil comercialización en el exterior. Una vez más, la filoxera, detectada por primera vez en Moclinejo en 1878, dió un fuerte varapalo económico hasta tal punto de desarticular toda la estructura económica de la zona.
 
No todas las industrias se instalaron en los barrios del oeste de la ciudad. En la primera imagen, una foto de los años 30 del siglo XX donde vemos la actual fábrica de Cementos de La Araña. La otra imagen es de un horno de cerámica situado en El Ejido, barrio de la ciudad ocupado desde tiempos remotos por tejares dedicados a la producción de cerámica (fotografía perteneciente a la "Colección Fernández Rivero")
 
Todas estas circunstancias dieron lugar a que muchas familias, las que subsistieron, lo hicieran invirtiendo sus ahorros en la adquisición de propiedades inmobiliarias. De esta manera, la economía malagueña no puedo volver a recuperarse, y lo intentó con otras alternativas, como el turismo, gracias al buen clima y a la creciente fama de Málaga en el exterior.

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